¡El optimismo es el opio del pueblo.
Viva Trotsky!
Es el tenor de un mensaje que el protagonista de una excelente novela de Milán Kundera, “La Broma”, le envía a su novia, creyendo en el efecto saludable del humor.
Lo anterior ocurre en el año 1968 cuando el contexto histórico mundial hacía presumir que cualquier cosa podía ocurrir en cualquier momento, en cualquier parte..-
Los tanques rusos penetraron ese mismo año en Praga porque según se supo muchos años después, los rusos no podían aceptar la amenaza de un comunismo democrático que entregaba sus primeras pistas en Checoslovaquia y cuya irradiación sin duda amenazaba proyectarse sobre las prácticas antidemocráticas que predominaban en el partido comunista soviético de aquella época.-
La broma del protagonista de la novela le cuesta “sangre, sudor y lágrimas”, pues lo pierde todo: la novia, la militancia del partido y toda acción de valor que podía realizar y cuyas modalidades ya no retengo. Sí recuerdo que la metáfora es clara. Pierde lo mismo y de la misma forma que todo lo que perdió Checoslovaquia (y el mundo del socialismo) a finales de los sesenta y en las décadas siguientes.
¿Qué fue lo que pasó en Praga se preguntan intelectuales y
teóricos, que los liberadores de la bota nazi que debieron volver a Praga a celebrar el triunfo de los comunistas checos, volvieron con sus tanques y armas comunistas a aplastar a los comunistas?
¿Qué pasó que los soldados rusos que se acercaban a saludar a las muchachas checas recibían un escupo en la cara? ¡Pero si ellos habían venido a salvar al comunismo de una agresión imperialista!
Después del XX Congreso del P.C. Soviético donde Nikita Kruschev develó las atrocidades ocurridas en la U. Soviética en tiempos de Stalin, los episodios de Hungría en 1956 y Praga en 1968, fueron y siguen siendo los sustentos más claro de la crisis ideológica y posterior debacle del mundo socialista.
Después de la caída del muro de Berlín y del deshacimiento del bloque soviético, muchos de mis amigos y compañeros de trabajo solían exclamar: “Se acabaron, quedaron obsoletas las diferencias entre izquierdas y derechas....! ¡Son denominaciones que no significan nada! Tenemos que trabajar con lo que hay.
Pero la práctica social nos demuestra que no ha sido así.
La reacción del universo de izquierdas de todo el resto
de los países ha sido muy diversa: Desde la restauración de los grupos de fuerza revolucionaria y guerrillera, hasta la tendencia de numerosos grupos que han resueltos moderar (¿o renunciar?) su ideología socialista, socialistas renovados y otras modalidades.
Tan distinta ha sido la reacción de los que se han quedado sin modelos que, en nuestro país, por ejemplo, se habla de izquierda auténtica, de izquierda oficial, de izquierda centralizada, etc. Y se acepta el juego más o menos permanente de la derecha de situar con excesiva frecuencia en problemas específicos, muchas veces menores, la acción y enfrentamiento político y social.-
En los últimos días por ejemplo, la derecha política ha armado una gran alaraca por la designación de un subsecretario de defensa que ha hecho la actual Presidenta electa. El fundamento es que este subsecretario firmó una carta de adhesión a un compatriota exilado en la Argentina. Es más que probable que los términos de la carta no hayan sido los más felices; (efectivamente en Chile actual existe la posibilidad real de defensa judicial); pero de ahí a convertir en discusión ideológica y caballito de batalla la referida designación y olvidar aunque sea por el momento el inmenso trabajo que hay por delante para recuperar utopías e ideales perdidos, parece ser una gran tontería que no requiere de mayores definiciones.
Parece más importante entender que no siempre las grandes tragedias de las naciones hacen olvidar las historias de sensibilidad e ideales de los pueblos.
Parece más importante entender que la deformación de las ideas socialistas no implica la legitimación del régimen de explotación capitalista ni lo constituye en un modo de vida insustituible.
Parece más importante buscar formas que configuren condiciones que permitan avanzar en la búsqueda de un mundo mejor que parece perdido pero al que muchos nos negamos a renunciar. Un mundo en que se acepte que la cultura, el arte, la educación, la vivienda, la salud, son planos de realidad imposibles de regular con equidad y eficacia a través del libre y comercial juego de la oferta y demanda.
Parece más importante reeditar el optimismo; descubrir un mundo en que la broma de Kundera se acepte como elemento de humor que podrá enriquecer la vida sacándonos del universo de certezas que suelen producir pesadillas y desencantos que minimizan y quitan nobleza a nuestra existencia.-
Nissim Sharim