Han pasado treinta años y aún no sabemos como distinguir lo vivido de lo inventado.

¡Cómo va a ser posible aceptar que la muerte de Augusto Pinochet nos haga olvidar quien fue Pinochet y las consecuencias sociales, políticas y humanas que ocasionó su acción autoritaria, su acción de sangre y represión desde los planos del poder.

¡Cómo vamos a aceptar que la muerte de Pinochet resucite y legitime el pinochetismo!

¡Cómo vamos a rendirle honores militares y con ello, ofender al ejército reubicándolo en la escala de valores en que estuvo durante todo el período comprendido entre el 73 y el 89!

¡Cómo se atreve el pelmazo de la Tele requerir del Gobierno actual “un gesto de grandeza” para con el General Pinochet y rendirle también honores de Estado!

¿Será necesario reproducir el currículo delincuencial del General Pinochet?

¡Y cómo es posible que El Mercurio y los medios de comunicación en general., le otorguen al deceso de Pinochet el carácter de fenómeno cultural y el pelmazo, a mayor abundamiento, solicite que la Presidenta de la República altere su agenda de trabajo para atender los homenajes que el ejército y sus partidarios le rendirán al General!

¡Y cómo no distinguir de la realidad, la siniestra pesadilla sin coeficiente intelectual de algunos asesores que tuvo el general!

¡Cómo no distinguir esa pesadilla que encuentra acogida sobredimensionada en la mayor parte de la prensa nacional!

¡Cómo conformarse con que la muerte le haya ganado a la Justicia!

¡Cómo olvidar la tremenda retórica jurídico-política desplegada por el Gobierno de la Concertación cuando en el año 1998-9 se trataba de lograr el retorno del Gral. para que fuera juzgado en Chile!

¡Cómo olvidar a mi amigos y a los tuyos y a mi familia y a la tuya!

¡Cómo olvidar tanta sangre vertida simplemente porque se albergaban ideales que no coincidían con otro tipo de intereses!

¡Cómo aceptar que somos lo que hoy parecemos! ¡Cómo aceptar la desvergüenza!

¡Para la desvergüenza, no hay perdón ni olvido!

Nissim Sharim